Nuestro primer contacto con el Kite fue en un viaje que hicimos a Uruguay. Allí en la Laguna Garzón acompañamos a un amigo a ver de qué se trataba. Si bien habíamos escuchado y visto gente practicar, no nos llamaba la suficiente atención para que queramos dar los primeros pasos.

El poder desplazarse en el agua usando la fuerza del viento, pasar horas arriba y a veces abajo del agua, progresar en cada sesión y conocer gente la cual ya compartían un deporte hizo que en el 2012 y con la motivación de un viaje a Los Roques, Venezuela, organizara un viaje a Punta Rasa con mi familia para tomar el curso de principiante. Allí hable con un gran amigo, Martín Caprile, ahora llevando su vida en Hawaii, quien no pudo venir pero nos organizo uno de los mejores trips que guardo en mi memoria. Fue con Fran Bazán y Cato quienes dimos los primeros pasos y a partir de allí no pude dejar de practicarlo. En un principio intermitentemente entre el Rio de la Plata y vacaciones, para que luego, en el 2017 dejemos todo para conocer el continente y llevemos los equipos de Kite con nosotros. Una expedición bordeando mayoritariamente el Pacífico en busca del viento.

Oli empezó a kitear en ese viaje a Venezuela. Sin ningún curso de iniciación y puro esfuerzo comenzó su relación con el Kite en donde nos es imposible olvidarnos del ultimo día de viaje en la que dio su primer largo en el medio del archipiélago, a ultima hora del día y con el grito de exaltación y característico de Fede Mayer diciendo: «baja el Kite«. El primer largo, un momento en el que nadie olvida y el mas lindo de compartir cuando sos instructor y ves que todo el esfuerzo haya valido la pena.